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Tomás Pellicer Lorca

Bienvenido a El Desván, al que estáis todos invitados

En Junio de 1972, recién obtenido mi Título de Licenciado en Medicina y Cirugía, ingresé como Médico Interno «Honorario» en el Instituto Oftálmico de Madrid. Lo de «Honorario» significaba paradójicamente que no recibía honorario alguno a cambio de mi compromiso con la oftalmología que se ha mantenido hasta la fecha.

Cincuenta años de oftalmólogo que me han permitido ser testigo y partícipe  de la historia de una de las especialidades médicas que ha experimentado un mayor desarrollo tecnológico durante este período.

Muchos de los oftalmólogos jóvenes, educados en una especialidad muy tecnologizada, desconocen ese pasado a pesar de que como todos los procesos históricos, explica el presente y su razón de ser profesional.

Por diferentes circunstancias, yo he tenido la suerte de acumular buena parte de esa «chatarra» literaria y técnica, no sólo oftalmológica sino también de otras especialidades también beneficiadas por el progreso.

Parte me ha llegado por herencia de alguno de mis maestros, otra parte han sido herramientas de mi ejercicio profesional en etapas ya superadas. Buena parte han sido donaciones de buena fe de compañeros para ayudarme en mi proyecto de atención quirúrgica en los campamentos de refugiados saharauis, sin saber que eran ya piezas de museo y que hasta los pobres refugiados se beneficiaban de técnicas más actuales.

Una de mis aficiones desde niño es la arqueología y por eso me niego a abandonar en los cajones de un desván o en el contenedor de la esquina o incluso en las vitrinas de un museo que pocos visitarán, las piezas que han escrito la historia que he vivido y ayudado a construir durante 50 años.

Este proyecto que intenta dar vida a los cimientos de la Oftalmología que disfrutamos en la actualidad, donde las máquinas parecen imprescindibles, donde la cirugía alcanza objetivos impensables hace no tantos años y donde todo parece tan sencillo que nos hace olvidar, incluso a los oftalmólogos, que detrás de todos estos avances, hay un pasado de ingenio, de creatividad, de ingeniería y de esfuerzo que han hecho posible llegar al presente y pensar en el futuro.

La intención al abrir mi desván es, por una parte despertar la curiosidad de mis colegas más jóvenes que quieran saber de donde vienen los sofisticados aparatos y técnicas que manejan con soltura y por otra parte despertar la nostalgia de mis contemporáneos que tendrán la oportunidad de aportar sus anécdotas, sus recuerdos y experiencias e incluso sus desvanes particulares a esta humilde aventura.

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