A lo largo de mi historia, los libros han ido ocupando buena parte de mi espacio mental y no digamos del físico, porque la habitación de los libros ha formado parte de cualquiera de mis viviendas habituales.

A los que me han ayudado a construir mi carrera profesional, se han ido añadiendo las herencias y la cantidad de libros que me rodea ha llegado a ser agobiante. Todos tienen su historia y se les acaba cogiendo cariño. Apetece cuidarlos, a pesar de que ahora son como juguetes rotos que nadie aprecia. Ni las bibliotecas aceptan donaciones de títulos que en su día fueron como la Biblia para muchos de nosotros.

Se que muchos colegas no han necesitado leer ni un solo libro para hacer su especialidad y eso me hace recordar con nostalgia, las horas perdidas en las bibliotecas buscando el libro o la revista que te faltaba para completar un trabajo.

Bueno, pues aquí están en esta Sección de El Desván, esperando una sonrisa o un guiño de complicidad.